Las flores se marchitan
aun sin la llegada del mortal invierno;
se deterioran los colores
en opacos tonos grisáceos;
Sucumben ante la lluvia áspera
que raspa sus frágiles pétalos,
los deteriora, hasta verlos sumisos al suelo
donde se fusionan con la tierra.
Sus raíces tienen sed de primavera
pero el sol las acaba sin pena
imitando al otoño que quiebra vidas
con cada hoja que se pierde en el viento.
Las estaciones las engañan
y el cielo es sobornado por las nubes;
Caen las ráfagas a imagen de gotas dulces
desposando a los campos verdes de sus rosas.
Solitaria se halla la pradera
sin su amor de primavera
Cruzando paisajes oscuros,
soportando los bosques que la consumen.
Los días de aquellas flores son negros
pero el amanecer se levanta sin miedo
posesionándose del horizonte
y los pétalos iluminan colores extintos…
Las flores desean florecen de nuevo,
con las heridas que les tatuó el viento.
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