Atado con cadenas de fuego
cuelgo sobre un torbellino
silenciado en un desierto.
No suelo escuchar mas halla
de unas cuerda de aceros
que me hablan con cada chasquido
de mis envejecidos dedos.
La música en el silencio,
la voz con la que despierto,
son miles de colores los que veo,
me recuerda lo doloroso
que es permanecer despierto.
Decidir si nuestro talento
será mas que sagrado y eterno,
lo entienden únicamente Dioses
y ustedes que sienten lo que siento.
Pueden seguir luchando,
yo me seguiré acabando.
El alma y el corazón me pesan,
son como dos malditas piedras
que desearía con vehemencia
que sin arrastrarme ella se fueran.
Procuren asegurarse de que me están curando,
mas veo yo, que a muerte estoy sangrando,
mas escucho yo, que por mi nadie esta gritando.
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