Amada mia

Finalizaba la tarde y con el crepúsculo
se dio lugar a una hermosa noche,
la cual cubria cada rincón con la oscuridad.
La luna se abrió paso entre las nubes,
asesinando el sol y adueñándose del cielo
que permanecería en tinieblas.
Una tenue luz en medio de la oscuridad,
iluminando un corazón que solo a la luna pertenece,
un corazón que late con su resplandor
y se alimenta de su inmaculado amor.

Tu eres la Luna que desgarro mi corazón y lo hizo eternamente suyo.

Te amo

viernes, 18 de septiembre de 2009

La Luna no Brillo



Hoy la soledad calumnio mi alma,
desde que los rayos del sol desgarraron mis ojos
vi asomar su sombra frente a mi cara,
jugando conmigo como lo acostumbraba.
A las pocas horas, el maldito fuego que ilumina
el cielo ya me estaba secando por dentro,
fastidiaba mis pupilas y me atormentaba con
su incandescente luz.

Cerré las cortinas para librarme de ese estorbo,
al terminar de leer unos cuantos artículos vacios,
llenos de superficialidad y falsa felicidad
me postre de nuevo en mi asiento frente a la ventana
esperando por alguien que callaría el recuerdo.
Espere hora tras hora, entreteniéndome con música
y ciertos escritos mediocres que encontraba,
pero ni siquiera las hermosas melodías lograban
apartarme de la soledad con la que desperté.

La tarde llego, aun continuaba en el mismo lugar,
cualquier cosa que poseía un alma estaba lejos de mí,
entretenido con cosas inservibles, acompañado de mi música
que nunca se calla. Mire hacia la ventana
pero disgustado cambie la mirada;
Niños corriendo, padres sonriendo y estúpida felicidad
cubriéndolos en un manto que los volvía ciegos,
¡qué asco me daba esa escena! ¡Repugnante ante los ojos
de un Niño que solo se encuentra!;
Maldije a esas personas, maldije el asqueroso sol que
las iluminaba, maldije ese día como ningún otro...al final,
termine maldiciéndome a mí mismo.

Desesperado por hallar algo que me aislara
de este mundo muerto y sin alma,
me sumergí en un libro de Ernesto Sábato...
El Túnel.
Tranquilo ya con mi mente rejuvenecida,
decidí envolverme de nuevo en mi vida vacía
pero me encontré con alguien que no comprendía,
así que decidí -ya que el sol se había escondido-
salir a caminar y deleitarme con la noche
que se avecinaba. Veía el cielo con gran admiración,
las estrellas adornándolo, sin embargo, la Luna no se mostro,
la busque sin respuesta alguna. Seguí mi camino solitario,
escuchando mis pensamientos y a mi corazón palpitando,
feliz perdido en mi mismo, basto con abrir mis ojos
para observar a las almas de siempre, mirándome con desprecio,
riéndose de mi soledad, de los vejámenes que me seguían;
Los ignore como acostumbraba, mi única arma contra esos muertos
que solo me acechaban –Me deshonra saber que un día pertenecí a ellos,
 pero me hace feliz que de su hipocresía carezco-.
Llegue a mi casa, mostrando algo de mi sonrisa.
Mi hogar oculto tras el humo de la tristeza,
de la total infelicidad, estaba impregnado de mi espíritu.

Me senté donde acostumbraba a la espera de la única
persona que en ese entonces soportaba mi estupidez y capricho;
Llego sin demora, la felicidad que en la distancia se refugia,
cubriendo mi corazón con su hermoso amor.
Pero esta vez no brillo y con miedo a apagar a la Luna
con mi miserable ser, decidí alejarme de ella por su bien ,
-¿Cómo un maldito miserable como yo puede
despojar al cielo de la Luna que lo ilumina?-
para que la sombra que desde la mañana me seguía, me acobijara en su manto
de melancolía y oscuridad.

¡De nuevo, a donde pertenezco, a la maldita soledad!

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