El viento arrastra el polvo
del amor que como mis respiros es corto;
Lo eleva a merced del aire trascendental
que recorre su interminable destino.
Una mujer que permite ser acariciada
por los zumbidos de mi amor sin rumbo,
siente como la brisa es más tenue
cuando el tiempo en sus segundos se hace viejo.
Las doncellas siguen mirando el horizonte,
sentadas a la orilla de un acantilado,
cegadas por el sol y las gotas que la Luna a derramado
esperando pacientemente por su caballero amado.
Así es de ligero el amor que siento por ella,
amor que permite ser entregado al cielo,
ser el espejo de las nubes sobre el océano
para que su corazón observe cuanto la amo.
El incontrolable éxtasis que me hace sentir,
ver su belleza y desearla tenerla junto a mí,
pero más allá de lo que un mortal añora vivir,
se encuentra el sueño de cuidarla y verla sonreír.
El tiempo asegura que el amar
es la Luna que se debe olvidar,
pero siento yo, que mi corazón mira más halla
y se da cuenta que sin ella no puede respirar.
No ruego por ser el amado,
pero si el que entregue su corazón destrozado
y al momento de que por su cariño sea curado,
la ame con la locura y pasión que en ella he encontrado.
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