Nubes grises ocultan mis ojos,
trozos de agua negra cegando mi mente,
regando su néctar asta saciar
la sed de mentira en mi amante.
Llueve a raizales,
siento las gotas quemándome
pero no logro divisarlas en mi piel.
Se avecina tu tormenta y no la puedo ver.
¿En qué momento voltee la mirada
para tropezar y soltar tu mano?
Espero y tu lo sepas, porque
aquel momento lo ignoraron mis recuerdos.
Me temo que la ventisca fue veloz
y mi tacto no se percato
del instante en que tu mirada
de mis caricias desapareció.
Los muros de la celda
se derrumbaron sobre ti...
¿No creíste que al decirte te amo
ruego por estar junto a ti?
Fue difícil frenar mi espíritu,
por ti me asesine a mi mismo
pero me ahogue y olvide
recordarle a la Luna que brillara.
No, no volaron los sueños;
el soñador se dirigió a los cielos
pero en medio de la oscuridad
se percato que la Luna no lo iluminaba.
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