Desde el altar de la pasión
fruto de tu solemne existencia,
te observo despidiendo de mis ojos
recuerdos exaltados por tu belleza.
En mi cielo, negado de tu calor
te espió como un niño
buscando la flor con el olor
de tu seda extraviada en el exilio.
Los labios de las nubes me acarician
para rendirme a su diestra
y sentir un trozo de tu piel
guiada a una caricia perfecta.
Condenado me veo en las penumbras
donde espero por el brillo en ti,
que me relates como eres más feliz
mientras mi alma se torna gélida y gris.
Le brindo palabras a la Luna
en el silencio que embarga esta bruma,
llevando versos incoherentes pero ciertos
al amor yacente en tu cuna.
Amanece y anochece sin cesar,
y mi corazón no cesa su palpitar
para que cuando decidas volver
cantarte que es el amar.
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