descansa una doncella abrigada en la pradera.
Un lejano recuerdo la acompaña perpleja
mientras observa las estrellas pasajeras.
Taciturna se envuelve en el manto negro
de una noche colmada de tranquilidad eterna,
sus ojos se reflejan en el espejo de la Luna
permitiéndose soñar sin premura.
Un llanto colma su rostro manchado de lagrimas,
y yo, que la observo a lo lejos,
cubriendo unas efímeras y frías lapidas,
me inunda su melancolía y me lamento silencioso.
En sus manos toma una frágil flor roja
y le brinda un lecho sobre su pecho.
Doncella de sonrisa triste,
¿Han marchado tus sueños tras las nubes?
Si es así, acudir a mi no dudes,
pues de igual forma he extraviado mi vida
y anhelo una felicidad que antes era tan mía.
El viento danza una melodía
como una pequeña compañía a aquella niña,
con un alma añorada para el día
en que su amor regrese y cure su herida.
0 comentarios:
Publicar un comentario