Amada mia

Finalizaba la tarde y con el crepúsculo
se dio lugar a una hermosa noche,
la cual cubria cada rincón con la oscuridad.
La luna se abrió paso entre las nubes,
asesinando el sol y adueñándose del cielo
que permanecería en tinieblas.
Una tenue luz en medio de la oscuridad,
iluminando un corazón que solo a la luna pertenece,
un corazón que late con su resplandor
y se alimenta de su inmaculado amor.

Tu eres la Luna que desgarro mi corazón y lo hizo eternamente suyo.

Te amo

miércoles, 30 de junio de 2010

La mujer que has amado


El sol marcando el horizonte, de nuevo su fuego quemando las nubes blancas y al cielo azul, estaba amaneciendo, era un nuevo día y yo lo presenciaba desde mi ventana. Me cautiva aquella belleza con la que el cielo se posa sobre la tierra y la hace suya enteramente, siéndole imposible a cualquier ser vivo no maravillarse de tan hermoso teatro que nos abriga noche y día, aunque prefiero la tranquilidad que ofrece la noche y aquel aroma de sus tinieblas, o los días acompañados de esa lluvia fría que calma las tormentas del alma y te encierra en una suave paz.

Hoy no es un día diferente a los demás y sé que los siguientes en ningún aspecto cambiaran; Acaso ¿qué incidentes le traería la vida a alguien que es incapaz de permanecer más allá del cristal frio que lo encierra y que es su única vista a la realidad?, un ser atrapado, ese soy yo, que sentado frente a una ventana, en un cuarto solitario y oscuro, vive con una pequeña percepción de la realidad, entregándole sus pensamientos a los libros de poesía, sus pasiones y deseos a la bella música.

Amanece. Las placidas y misteriosas calles son embargadas por gente, gente que camina de nuevo para sobrevivir a su rutina, ciegos de los romances e historias que recorren su alrededor, haciendo de toda su existencia algo vano y vacio. Verlos no es de mi interés, así que quito la mirada y se la entrego a las palabras de Charles Baudelaire, mientras Beethoven entretiene mis oídos con su Claro de Luna. Las horas transcurren sin apuro, pero una tras otras se van consumiendo, y yo, como si no me interesará estar viviendo, continuo,-en lo que es para muchos- , desperdiciando mis respiros en la literatura al no querer ser parte del cruel mundo que a las afueras me espera. Un parpadeo y me dirijo hacia la ventana, me inquieta un poco como un día se torna tan corto cuando la vida se deja atrapar por la monotonía, el sol ya se encuentra en lo más alto de la cumbre del cielo. Las nubes se aproximan rápidamente, ya de nuevo inician su llanto, que hermoso es ver la lluvia caer.

Me entretengo viendo el día gris y como se derrama sobre las calles, pueden pasar horas y siento esto como un sueño placentero del cual jamás desearía despertar. La calle se torna solitaria, las personas se ausentan de mi vista, pero de repente veo a una mujer caminar por la acera, despreocupada, gozando de las gotas que humedecen su piel; Aquella dama me llama mucho la atención, no la puedo dejar de mirar, no puedo evitar ser atrapado por el misterio que la rodea. Detiene su caminar y se tiende sobre el césped húmedo y verde, la detallo, posee un largo cabello negro y una piel ligeramente blanca, pero veo sus ojos y denoto una espesa tristeza, tiene un rostro hermoso y sus ojos cautivarían a cualquier estrella donde posaran su mirada, pero algo parece perturbarla, como si un eclipse eterno en su rostro se posara. La lluvia cesa, ella entrega un pequeño gesto de paz y se reincorpora.

-Se ira, se ira y tal vez jamás la vuelva a ver. (Me digo a mi mismo temeroso de su partida)

La persigo con la mirada, sin descuidarla ni un solo momento, pero para mi suerte, se dirige hacia la casa de enfrente, una señora de edad le abre y espera a que la señorita entre.

-Que tonto, tanto drama por una joven que no conozco.(Digo con un tono burlesco)

Poco antes de que me alejara de la ventana, la veo entrar en una de las habitaciones que desde aquí puedo observar, se encuentra enojada, pero después de unos movimientos bruscos triste de nuevo es su mirada; Se deja caer sobre su lecho y sollozando se hunde en su lamento.
La observo llorar y siento como si mi corazón se deteriorara sin parar, pero ¿Por qué unas lagrimas ajenas a mi me ahogan en una melancolía que desconozco? , como un cobarde y tratando de negar algún sentimiento, me dirijo a mi lecho para olvidar lo que una mujer desconocida en mi ha hecho.
Intento dormir, pero la imagen de tan bella dama no se aparta de mí y el deseo de saber el porqué de sus lágrimas no dejo de sentir. Tomo un lápiz y como único consuelo empiezo a escribir, sobre ella, sobre su belleza, sobre aquello que abandono en mí aun sin haberme tocado. Concluyo, estoy enamorado.

EL sol se asoma de nuevo, hay varias hojas de papel dispersadas en el suelo, pase la noche escribiendo hasta que mis ojos cerraron y a los sueños me entregaron. Sin pensar me dirijo hacia la ventana, miro hacia la casa, esperando por verla a ella sonriendo y mejorada; Aguardo por varios minutos, hasta que la veo salir, un poco apresurada y aun con su cara apaga, no parpadeo y ya la veo desvanecerse en el firmamento.

Se va, no se ha donde, pero seguro volverá, aquella casa debe ser su hogar. Me propongo a leer lo que he escrito y percibo un aire de romance en cada palabra, pero también un suspiro de delirio. De repente, me llega una absurda idea a la mente, entregarle esta mísera poesía, pero con ella mis sentimientos y mi alegría.

-Pero ¿si no le deleitan mis versos aunque haya leído mi corazón en cada uno de ellos?- me pregunto-, no me interesa, no me conoce y de otro amor ya debe ser dueña, tal vez si le presento lo que he escrito sobre ella me aborrezca, pero debo entregárselos, aunque pase por la más grande pena, tiene que saber que existe alguien que tomarla en sus brazos anhela.

Me dirijo con ligereza hacia la calle desierta, me aseguro de que de persona alguna exista presencia y en un sobre rojo abandono mis poemas, bajo su puerta. Espero porque llegue, mirando desde mi ventana, minutos cesan, otros llegan, hasta que la veo llegar, abre la puerta y recoge extrañada el sobre, se dirige a su habitación y curiosa empieza a leer cada uno de mis sentimientos. Una sensación de temor se apodera de mí, pero viene acompañada de una felicidad sin fin. Cae de nuevo la noche y mis deseos de escribir regresan, otro poema más.
A la mañana siguiente, realizo el mismo procedimiento, espero porque salga y luego cuidadosamente mis poemas le dejo. Qué gran sorpresa, no deja de leerlos.

Trascurrieron tres días, en cada uno de ellos hice lo mismo, no cesaba mi pasión por relatar sobre el amor que me hacía sentir vivo y regalárselo a la mujer de la cual escribo. De nuevo, a la mañana siguiente, la vi salir, pero observo que deja un sobre exactamente donde me despido del mío. Hacia su casa me dirijo, a dejarle mis escritos, pero veo aquel sobre blanco que dice en tinta negra marcado: Tómalo mi amado.

-¿He de tratarse de mí?, debo saberlo.

Tome aquel sobre y regrese a mi casa. Lo abrí sin espera alguna y leí:

“El cielo, escasamente brilla en mi vida,
Nubes grises es para mí día a día.
He tropezado y no llorar he intentado,
A veces pienso que la felicidad me ha abandonado…
Pero tú, una sonrisa le has dado a mis labios
Y aunque no te conozco,
Gracias te doy por los bellos momentos que me has regalado.

Me amas, lo siento en cada una de tus palabras,
Aquellas palabras que me alejan de la realidad
Y me sumergen en un sueño hermoso, muy real,
Donde tú me entregas a la felicidad.
A ciegas te amo, es algo que no he negado,
Pero con tristeza he de decirte,
Que es imposible que me encuentres algún día a tu lado.

Att: La mujer que has amado.”

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